La semana pasada, un amigo me comentaba el infierno por el que había atravesado al cometer un error en la circulación de una avenida que lo llevó a un carril exclusivo para transporte público, en donde casualmente, estaba estacionada una patrulla de tránsito.
Como era de suponer, un agente lo detuvo para infraccionarlo, explicándole la violación cometida y las sanciones correspondientes, establecidas en el nuevo Reglamento de Tránsito: una multa equivalente a $2500.00, tres puntos de penalización en la licencia para conducir y remisión del vehículo al depósito. Habría que señalar que, con una malsana intención, el agente exageró en el monto de la multa, ya que en el citado reglamento la máxima sanción por esa infracción es de $2,098.50.
Luego de explicarle la trascendencia de la pérdida de puntos y las incomodidades de ir al “corralón”, este “compresivo” servidor público, se prestó a facilitarle las cosas al conductor ofreciéndole reconsiderar lo relativo a los puntos de penalización y el arrastre al depósito, no así lo de la multa, que sin embargo, y para no hacerle perder más tiempo, si le entregaba el importe, “él se ofrecía a pagarla, en su nombre, cuando concluyera su turno.” Así de simple y descarada la extorsión y la cotización de las mordidas.
Yo estoy convencido de la necesidad de poner orden en el tránsito de esta gran ciudad capital. La circulación diaria y caótica de más de 5 millones de vehículos requiere de una regulación adecuada y congruente a esta realidad, cuyo objetivo fundamental sea reducir el número de lesiones y muertes por accidentes de tránsito, además de facilitar la movilidad.
Pero también está claro que en esta ciudad hay un grave problema de falta de cultura vial, por un lado, y de altísima corrupción, por el otro. Dos realidades que habría que tomar en cuenta para poder enfrentar el problema, porque las buenas intenciones y los mejores propósitos, inevitablemente acabarán estrellándose ante esas dos realidades. El nuevo Reglamento de Tránsito fue concebido bajo la premisa de que cuanto más gravosas e incómodas sean las sanciones, más pronto y mejor aprenderán los malos conductores.
Y quizás, esa teoría que semeja a la de la letra con sangre entra, pudiera llegar a funcionar en el aprendizaje de la educación vial. Sino es por las buenas, aunque sea por las malas, así que más vale que nos vayamos educando. Pero es necesario apuntar, que si bien este reglamento está atacando, con temibles sanciones, uno de los aspectos del problema, sin duda, el principal, ha ignorado el otro problema, que no es menor, el del factor humano y sus debilidades, personificado en los responsables de aplicar el reglamento.
Y es que, según entiendo, el nuevo reglamento está basado en el concepto “Visión Cero” creado en Suecia, en donde supongo la corrupción es excepcional, por lo que seguramente los resultados han de haber sido muy exitosos. Pero sucede que, desafortunadamente, en nuestra capital el fenómeno de la corrupción está muy lejos de ser excepcional, así que “Visión Cero” tendría que haberse adaptado a nuestra circunstancia, pues las sanciones intimidatorias están siendo canjeadas por mordidas de miedo. Como en el caso que me comentaron.
Algo tendrán que hacer las autoridades sobre este reglamento que, con la imposición de sanciones exageradas como la remisión al corralón por “circular o detenerse en áreas restringidas” (Art. 11, lll) o “…cambiar de cuerpo de circulación en la misma vía cuando (se) prohíban esos movimientos” (Art. 11,X, d), dan oportunidad a los malos servidores públicos para que hagan de las suyas y boicoteen, con su corrupción, cualquier intento por mejorar las condiciones de convivencia de los capitalinos.
Este reglamento ha sido muy cuestionado, por los montos de las sanciones, por los elevados incentivos para la aplicación de las multas, por los términos ventajosos del contrato de concesión del servicio de foto multas, por mostrar una intención más recaudatoria que preventiva, ante las altas metas establecidas para la aplicación de infracciones, por la falta de vías claras para que los ciudadanos puedan inconformarse ante posibles errores o arbitrariedades de las foto multas.
En fin, muchas dudas que deberán motivar a los legisladores y autoridades de esta nueva entidad, Ciudad de México, a llevar a cabo una revisión a fondo para que podamos contar con un reglamento a la altura de nuestras necesidades y sin tantas opacidades.
Por cierto, conviene que sepan en dónde cometió la infracción este amigo, pues es una zona en la que no está muy clara la señalización. En donde termina la calle de Pennsylvania, en la colonia Nápoles, para llegar a la Ciudad de los Deportes (Estadio Azul y Plaza de Toros México), hay una glorieta hacia la avenida Insurgentes que es exclusiva para la circulación de autobuses.
Febrero 4 de 2016