Miguel Tirado Rasso

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Efectos de la jornada electoral

In Temas Centrales on 1 julio, 2015 at 8:56 pm

Las elecciones del domingo siete significaron malas noticias para algunos partidos. Sin que esto quiera decir que haya sido una sorpresa, porque, en rigor, sólo confirmaron lo que era previsible para algunos. Difícilmente podríamos sorprendernos de cómo le fue al Partido de la Revolución Democrática y, menos, sus dirigentes podrían alegar que no esperaban resultados semejantes, si el cuasi desastre lo fueron preparando a conciencia, sólo que cegados por su obsesión de mantener el control del partido, no vieron el tsunami que se estaba formando.

Si bien, este partido pudo salir airoso, el año pasado, con la renovación de su dirigencia a través de un proceso, ese sí, sorprendentemente tranquilo, sin las estridencias y enfrentamientos a que nos tenían acostumbrados en sus elecciones internas, el resultado dejó muchos pendientes y, si bien, en apariencia no causó profundas heridas, sí que dejó heridos graves que prefirieron guardar la factura para una mejor ocasión. Y vaya que se las cobraron con creces.

Sólo los Chuchos y su Nueva Izquierda (NI), podían suponer que el monopolio ejercido en el control de su partido, durante los últimos seis años, no tendría consecuencias. Lejos de buscar equilibrios con otras corrientes para fortalecer la estructura de una organización con amenaza de fractura, estos dirigentes siguieron repartiéndose el partido entre ellos mismos, ante la molestia de otras corrientes, como la Izquierda Democrática Nacional (IDN), precisamente, la del profesor René Bejarano.

Poco a poco figuras destacadas del Sol Azteca fueron retirándose, en desaprobación por la forma en que se estaba manejando el partido, lo que ni siquiera preocupó a sus dirigentes que siempre encontraron la manera de justificar su posición y descalificar a quienes renunciaban al partido. Y así como Cuauhtémoc Cárdenas, hace 26 años, había logrado lo que parecía casi imposible al sumar a los diversas partidos de izquierda para formar una coalición que se habría de convertir en el PRD, a los líderes de la NI les llevó sólo 6 años para dejar casi en el esqueleto este instituto político, otrora segunda fuerza política nacional, que llegó a estar a punto de convertirse en el partido en el poder.

Finalmente, lo que vendría a darle un golpe casi mortal al Sol Azteca, sería el surgimiento del partido de uno de sus ex dirigentes, Andrés Manuel López Obrador, que con su Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, le quitó militantes, votos, posiciones y quizás hasta la bandera de la interlocución de la izquierda. Y es que al ex Jefe de Gobierno le interesa ir sumando grupos y movimientos y lo que se pueda de esta corriente, con vistas al 2018 y, como sus diferencias con los Chuchos son irreconciliables, al menos así lo ha estado reiterando, dará la bienvenida a quienes se salgan del PRD para incorporarse a Morena.

El PRD tendrá una bancada en la Cámara de Diputados de, más o menos, 54 legisladores, sólo 13 más de los que obtuvo en su debut, hace 24 años, y contra 99 que tiene en la actual legislatura. De ser prácticamente el dueño de la capital del país, con mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa y controlar 12 de las 16 delegaciones, ahora tendrá la mitad de los diputados con que actualmente cuenta y sólo encabezará 6 delegaciones. En estas pérdidas, se dice que estuvo la mano de René Bejarano.

A este partido le urge reinventarse y, a sus los dirigentes, rectificar el rumbo, reconocer sus errores y olvidarse de los controles monopólicos. La amenaza la tienen enfrente, pues la clientela electoral es la misma que la de Morena y el político tabasqueño conserva carisma, sabe de mañas y no los quiere.

Junio 12 de 2015

¿El amor es una cosa esplendorosa?

In Temas Centrales on 11 abril, 2012 at 12:07 pm

El candidato del Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), lucha por mejorar su posicionamiento en las preferencias electorales. Desde que se definieron los candidatos de los tres principales partidos políticos, PRI, PAN y PRD, las encuestas han mostrado al candidato de las izquierdas en una tercera posición, por debajo de Josefina Vázquez Mota, la candidata del blanquiazul, con una diferencia que, si bien es cierto, ha venido reduciendo.

Lo anterior, a pesar de que López Obrador lo ha intentado prácticamente todo. En un principio, desde que surgió como candidato de unidad del partido del Sol Azteca, decidió dar a conocer, a cuenta gotas, los nombres de los personajes que habrían de integrar su gabinete, en caso de llegar a triunfar en las elecciones. Una novedosa estrategia, con la que pretendía reforzar su aspiración mostrando, con mucha anticipación, demasiada quizás, un equipo de trabajo conformado por distinguidos profesionistas, como garantía de un buen ejercicio de gobierno. La estrategia no tuvo los resultados esperados. Los nombramientos anticipados no lograron motivar a los encuestados, al menos no lo reflejaron en sus opiniones.

Pero sin duda la estrategia más audaz intentada por este candidato, y que tiene intrigado a más de un ciudadano, es la del cambio de discurso, que ciertamente significa una transformación de su personalidad, al menos de la que le conocíamos, hace ya más de 11 años, cuando ocupaba la Jefatura de Gobierno del D.F.

El López Obrador de la campaña de 2006 era otro del que ahora ofrece su mano franca. Pero no sólo el de entonces, pues a lo largo de los últimos cinco años, y hasta antes de que iniciara el proceso electoral actual, el candidato de las izquierdas estaba muy lejos de la república del amor, ya que andaba muy ocupado recorriendo todo el país, en largas e incansables giras, llevando un discurso crítico, agresivo y descalificador en contra del gobierno, del titular del ejecutivo, al que no dejaba de llamar espurio y pelele, de los empresarios, de los medios de comunicación y de todo aquél que no comulgara con sus ideas.

Supongo que a estas alturas, el político tabasqueño estará arrepentido de sus excesos, que no fueron pocos, y que difícilmente podrían olvidarse en unos meses de campaña con la prédica de la reconciliación y el perdón.

Quizás uno de los errores que más está pesando en su contra sea el plantón de Reforma, en la capital del país. Una acción que fue más allá de una simple manifestación para afectar la libertad de tránsito, al convertirse en un verdadero desastre económico y laboral para comercios, oficinas, restaurantes y hoteles de la zona, que muchos tuvieron que cerrar, dejando gente en el desempleo.

El plantón logró su cometido de gran impacto, lo que permitió que se conociera, en todo el país y en algunos lugares del extranjero, la inconformidad del candidato perdidoso y su rechazo al resultado de la elección presidencial. Pero lo que entonces constituyó una conveniente difusión para su causa, resulta que ahora opera en contra de sus propósitos de campaña electoral, pues una gran sector de la población que no estuvo de acuerdo con ese plantón y desaprobaron su actitud, lo recuerdan todavía y les resulta difícil aceptar ese repentino cambio del odio al amor.

La popularidad de AMLO sufrió un considerable desgaste, que el propio personaje se encargó de alimentar, a lo largo y ancho del país, con su insistente denuncia de un fraude electoral no documentado y un permanente discurso de descalificación personal al Presidente Felipe Calderón. Y en esto no especulamos. Después de estar en campaña durante casi seis años, y tras haber logrado una muy elevada votación en 2006, el desplome en las encuestas que lo mantienen en tercer lugar sólo se entiende por el rechazo a sus errores de actitud y estrategia.

Quizás esto explique lo de la república del amor. Y bueno, si así fuera, estaríamos hablando, más que de la conversión del político en un buen samaritano, de una simple estrategia de control de daños, urgente y necesaria, ante la evidente pérdida de popularidad.

Y es que, tanto repentino amor, reconciliación, perdón y mano franca como mensaje central de campaña, no deja de ser “sospechosista”.

Abril 11 de 2012