Miguel Tirado Rasso

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¡A VOTAR!

In Temas Centrales on 27 junio, 2012 at 12:00 pm

Hoy es el último día que permite la ley realizar actos de proselitismo electoral. Es por tanto, la última oportunidad que tienen los candidatos, participantes en este intenso y sacudido proceso, para solicitar a los electores el voto a su favor. Es, asimismo, la última fecha que permite la legislación para “difundir o publicar, por cualquier medio, los resultados de encuestas o sondeos de opinión que tengan por objeto dar a conocer las preferencias electorales de los ciudadanos.”

Tres días de abstinencia propagandística nos esperan, cosa que se agradece. Una tregua a esta guerra de descalificaciones, denuncias y acusaciones en que se convirtió la campaña electoral, un descanso del bombardeo millonario de mensajes propagandísticos de radio y televisión y, como lo contempló el espíritu del legislador, la oportunidad para la reflexión del voto que habremos de emitir dentro de cuatro días.

Es pues, el final de una larga competencia en la que habrá de surgir un ganador, por lo que a los demás contendientes sólo les restará aceptar su derrota y replantear sus  proyectos de vida en vistas a un futuro muy diferente al que aspiraban. Con el cierre de campañas en este día, se agotaron tiempo y oportunidades. Finalmente, lo que se hizo o dejó de hacer, ahí quedó. Los candidatos y sus equipos sabrán, en unos días más, si sus estrategias fueron efectivas, si fueron más sus aciertos que sus errores, si lograron convencer y sumaron simpatías o fracasaron en el intento.

Por razón natural, la atención se concentra en la carrera presidencial, en la que, al menos, de acuerdo a la mayoría de las encuestas, el candidato de la coalición Compromiso por México, Enrique Peña Nieto, se mantuvo de principio a fin a la cabeza, con una cómoda diferencia. Si para el inicio del período de campaña se apuntaba con 48.4 por ciento de las preferencias electorales, según promedio de las encuestas publicadas por Mitofsky, Excélsior, Reforma, Milenio, OEM y El Universal, en la última medición de esta etapa, el candidato tricolor cierra con un promedio de 44.5 puntos (Mitofsky, Parametría y GEA/ISA). Lo que significa, siempre de acuerdo a las encuestas publicadas, que en estos tres meses de campaña, este candidato perdió únicamente cuatro puntos.

En estos últimos tres meses, la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, perdió posicionamiento entre las preferencias electorales.  Mientras que a finales del mes de marzo su promedio era de 29.5, al término de la etapa de campaña sus registros son de 24.4, lo que representa una pérdida de cinco puntos y su desplazamiento del segundo al tercer lugar.

Por su parte, el candidato del Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador, al comienzo de las campañas tenía un promedio de 21.3 puntos, contra 28.1 puntos que muestra la última medición, siendo su caso el único que tuvo un avance significativo durante esta etapa. Gabriel Quadri, candidato del Partido Nueva Alianza, habría arrancado con un promedio de 0.8 por ciento hasta acumular, al final 2.8 por ciento, lo que le permitirá mantener el registro de este partido y la posibilidad de alguna presencia en el Congreso, tal vez.

Bueno, pero eso es lo que muestran los estudios de opinión que, como mucho se ha dicho, son únicamente fotografías que permiten tener una idea sobre cómo andan las preferencias respecto de los candidatos, en un momento determinado. Se trata de análisis de opinión, no de vaticinios, aunque sus fórmulas permiten contar con elementos para señalar tendencias muy cercanas a la realidad, cuando están bien hechas, y en ello va el prestigio de quienes las realizan.

Eso sí, al final de cuentas el resultado de la elección depende, única y exclusivamente de la voluntad de los electores expresada a través de su voto. Entonces encuestas y estudios de opinión quedarán sólo como referentes históricos, para satisfacción, orgullo y reconocimiento de quienes supieron reflejar atinadamente las preferencias ciudadanas en sus trabajos, o pena, decepción y desprestigio para los que no hicieron bien su tarea.

El trabajo público de los candidatos ha concluido, el de los encuestadores también, asimismo el de periodistas, analistas, comentaristas y demás. El IFE ha recordado que la ley prohíbe cualquier manifestación o marcha en favor o en contra de cualquier candidato o partido, durante esta veda de cuatro días, prohibición aplicable también a los ciudadanos. Sigue el trabajo de la autoridad electoral, ahora en su fase crítica. Los consejeros electorales se han dado a la tarea de informar a la población sobre el proceso de votación y las medidas de seguridad con que se cuenta para tener una jornada electoral pacífica, transparente y confiable.

No existe razón ni evidencia alguna para suponer la maquinación de un fraude electoral. Por otro lado, existen demasiados candados que harían imposible cometerlo. La afirmación de que “los que mandan” y las televisoras preparan un fraude, sólo muestra el temor de quien sabe que no tiene asegurado el triunfo, en la que es su última oportunidad para llegar a la silla presidencial. Además de reflejar un profundo desprecio por quienes no simpatizan con su causa.

La obsesión de poder del candidato López Obrador no tiene límites. Para ganar adeptos enarboló la república del amor, pero, al fin y al cabo, genio y figura lo hicieron retomar su verdadera personalidad. Resulta a todas luces irresponsable insistir con el discurso del fraude sin aportar ninguna prueba, pues con esto se está descalificando, de antemano, el proceso y a las autoridades. Esperemos que no se repita la película de hace seis años, y que los candidatos que participan en esta competencia electoral acepten los resultados de manera civilizada, en lugar de mandar al diablo a las instituciones y enrolarse en aventuras de tristes recuerdos.

Por lo pronto, la invitación para todos es ir a votar el próximo domingo por los candidatos de nuestras preferencias, y tener la confianza de que quien gane será el que sume el mayor número de votos, sin importar la diferencia. Así es la democracia.

¿El amor es una cosa esplendorosa?

In Temas Centrales on 11 abril, 2012 at 12:07 pm

El candidato del Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), lucha por mejorar su posicionamiento en las preferencias electorales. Desde que se definieron los candidatos de los tres principales partidos políticos, PRI, PAN y PRD, las encuestas han mostrado al candidato de las izquierdas en una tercera posición, por debajo de Josefina Vázquez Mota, la candidata del blanquiazul, con una diferencia que, si bien es cierto, ha venido reduciendo.

Lo anterior, a pesar de que López Obrador lo ha intentado prácticamente todo. En un principio, desde que surgió como candidato de unidad del partido del Sol Azteca, decidió dar a conocer, a cuenta gotas, los nombres de los personajes que habrían de integrar su gabinete, en caso de llegar a triunfar en las elecciones. Una novedosa estrategia, con la que pretendía reforzar su aspiración mostrando, con mucha anticipación, demasiada quizás, un equipo de trabajo conformado por distinguidos profesionistas, como garantía de un buen ejercicio de gobierno. La estrategia no tuvo los resultados esperados. Los nombramientos anticipados no lograron motivar a los encuestados, al menos no lo reflejaron en sus opiniones.

Pero sin duda la estrategia más audaz intentada por este candidato, y que tiene intrigado a más de un ciudadano, es la del cambio de discurso, que ciertamente significa una transformación de su personalidad, al menos de la que le conocíamos, hace ya más de 11 años, cuando ocupaba la Jefatura de Gobierno del D.F.

El López Obrador de la campaña de 2006 era otro del que ahora ofrece su mano franca. Pero no sólo el de entonces, pues a lo largo de los últimos cinco años, y hasta antes de que iniciara el proceso electoral actual, el candidato de las izquierdas estaba muy lejos de la república del amor, ya que andaba muy ocupado recorriendo todo el país, en largas e incansables giras, llevando un discurso crítico, agresivo y descalificador en contra del gobierno, del titular del ejecutivo, al que no dejaba de llamar espurio y pelele, de los empresarios, de los medios de comunicación y de todo aquél que no comulgara con sus ideas.

Supongo que a estas alturas, el político tabasqueño estará arrepentido de sus excesos, que no fueron pocos, y que difícilmente podrían olvidarse en unos meses de campaña con la prédica de la reconciliación y el perdón.

Quizás uno de los errores que más está pesando en su contra sea el plantón de Reforma, en la capital del país. Una acción que fue más allá de una simple manifestación para afectar la libertad de tránsito, al convertirse en un verdadero desastre económico y laboral para comercios, oficinas, restaurantes y hoteles de la zona, que muchos tuvieron que cerrar, dejando gente en el desempleo.

El plantón logró su cometido de gran impacto, lo que permitió que se conociera, en todo el país y en algunos lugares del extranjero, la inconformidad del candidato perdidoso y su rechazo al resultado de la elección presidencial. Pero lo que entonces constituyó una conveniente difusión para su causa, resulta que ahora opera en contra de sus propósitos de campaña electoral, pues una gran sector de la población que no estuvo de acuerdo con ese plantón y desaprobaron su actitud, lo recuerdan todavía y les resulta difícil aceptar ese repentino cambio del odio al amor.

La popularidad de AMLO sufrió un considerable desgaste, que el propio personaje se encargó de alimentar, a lo largo y ancho del país, con su insistente denuncia de un fraude electoral no documentado y un permanente discurso de descalificación personal al Presidente Felipe Calderón. Y en esto no especulamos. Después de estar en campaña durante casi seis años, y tras haber logrado una muy elevada votación en 2006, el desplome en las encuestas que lo mantienen en tercer lugar sólo se entiende por el rechazo a sus errores de actitud y estrategia.

Quizás esto explique lo de la república del amor. Y bueno, si así fuera, estaríamos hablando, más que de la conversión del político en un buen samaritano, de una simple estrategia de control de daños, urgente y necesaria, ante la evidente pérdida de popularidad.

Y es que, tanto repentino amor, reconciliación, perdón y mano franca como mensaje central de campaña, no deja de ser “sospechosista”.

Abril 11 de 2012