Al Pacto por México lo han traído por el callejón de la amargura. Una excelente propuesta para lograr lo que hasta hace unos meses parecía imposible, permitió que los dirigentes de las tres principales fuerzas políticas del país, PRI, PAN y PRD, encontraran la fórmula para una tregua a sus diferencias ante la necesidad de trabajar por un propósito común: el bienestar de México.
Y si el objetivo fundamental quedaba claro, y comenzaba a funcionar, resultó con que además, el Pacto podía brindar otros servicios como el de tabla de salvación a quienes no las tenían todas consigo en el desempeño de sus liderazgos partidistas. Así, los presidentes de los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática, encontraron en el Pacto por México la posibilidad de fortalecer su posición al frente de sus partidos, en momentos en que sus derrotas electorales del pasado proceso electoral federal, los habían colocado en una difícil e incómoda situación ante su militancia y personajes de influencia.
La firma del acuerdo suscrito justo al siguiente día de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto como presidente de la República, tomó por sorpresa a propios y ajenos, pero sobre todo, a los grupos duros del blanquiazul y del Sol Azteca que, dolidos por la pérdida del poder, unos, y ante un nuevo fracaso electoral, otros, lo que menos deseaban era llegar a un acuerdo con el nuevo equipo de gobierno. No es de extrañar entonces, que recuperados de la sorpresa, ahora algunos estén dedicados a bombardear todo lo relacionado con el Pacto, con independencia de lo que le convenga al país, porque su egoísmo los lleva a pensar sólo en sus intereses particulares.
Las condiciones actuales han dificultado el avances en los acuerdos en el seno del Pacto, porque el contexto actual es muy distinto al de hace seis meses. Los éxitos alcanzados en un principio, se dieron en atención a que existía coincidencia entre las tres fuerzas políticas mayoritarias, sobre los temas que deberían revisarse para promover el desarrollo del país. Y salvo pequeñas distracciones, los esfuerzos estaban concentrados en ese propósito. Esto les significaba a los dirigentes del PAN y del PRD, una inmejorable plataforma para la proyección de su imagen en el tablero político nacional, cuando más lo necesitaban.
Pero conforme pasó el tiempo, las presiones al interior de estos partidos se agudizaron, y la lucha por el poder, a meses de la renovación de sus cuadros dirigentes, ha modificado totalmente los escenarios de la oposición. Lo anterior, explicaría los vaivenes en la conducta de sus dirigentes en relación con su participación en el Pacto. Y es que, según lo que les convenga más, Gustavo Madero y Jesús Zambrano se suman o se alejan de este acuerdo, utilizándolo como escudo para defenderse las críticas y ataques del fuego amigo.
Parecería que, si entre las tres grandes fuerzas políticas hay coincidencia sobre las reformas que deben llevarse a cabo para que nuestro país finalmente despegue, los acuerdos entre ellos no deberían ser complicados. Pero resulta que los intereses que tiene que ver con la lucha por el poder, convierten en insalvables las pequeñas diferencias que pudieran existir en los criterios para el cambio.
Y cuando esa lucha es interna, las cosas se complican aún más, que es lo que precisamente está sucediendo en los dos partidos de oposición. Gustavo Madero sufre las presiones de parte del grupo identificado con el ex presidente Felipe Calderón, como preparativos para la sucesión de la cúpula dirigente del PAN, que tendrá que darse a finales de este año. Y como estrategia, Madero se cobija o se aleja del Pacto, según convenga, por lo que desvirtúa el acuerdo cuando lo utiliza para sostener su posición.
El mejor ejemplo de esto es la presentación que hizo el dirigente panista, la semana pasada, de la iniciativa de reforma energética, por su cuenta y fuera del Pacto, cuando en el seno de este foro estaba contemplado discutir este tema para presentarlo como propuesta de los tres partidos. Se entiende esta acción de Madero como reacción en defensa propia para atajar la iniciativa de reforma política que el grupo de senadores insubordinados de su bancada habían presentado con anterioridad y sin consultar a la dirigencia de su partido. Pero estas diferencias internas en el seno del blanquiazul están afectando la operación y efectividad del Pacto, al no darle el espacio que le corresponde.
Igual sucede con el dirigente del PRD. Jesús Zambrano amenaza un día sí y otro también con salirse del pacto, bajo cualquier pretexto, aunque en el fondo está claro que en las presiones de las tribus y de algunos personajes prominentes de la izquierda, estaría la explicación al veleidoso comportamiento del dirigente. Así que, al igual que su colega panista, Zambrano juega con el Pacto a su conveniencia.
Creo que el Pacto por México es lo mejor que le ha pasado al país desde hace varios sexenios en el campo político. Poner de acuerdo a quienes se disputan el poder, cuando su prioridad es su propio interés y no el del país, no es cosa fácil. Convencer a los partidos de oposición dela necesidad de trabajar juntos como única fórmula para lograr el progreso de México, requiere de un gran esfuerzo y de constancia.
En este foro, se han logrado importantes avances, quizás es tiempo de hacer ajustes para que pueda continuar operando, de acuerdo a las circunstancias que se están viviendo y evitar que se convierta en rehén de los partidos de oposición.
Julio 24 de 2013