Concluidas las elecciones del pasado domingo siete, o casi, porque la post temporada electoral, como era de prever, todavía nos mantendrá un tanto atentos por algunos casos impugnados por parte de quienes se niegan a morir en el intento, toca a las dos principales fuerzas políticas del país, según los resultados de esta elección, PRI y PAN, preparar la renovación de sus dirigencias.
Tema delicado y muy sensible, y mire usted si no, pues quienes vayan a presidir estos institutos tendrán mucho que ver en el proceso preparatorio de la sucesión presidencial, lo que implica un intenso trabajo político a lo largo y ancho del país, determinante para crear el ambiente y las condiciones más favorables para la causa de su partido. Porque la joya de la corona de nuestros procesos electorales requiere mejorar la triste impresión que dejaron las campañas del pasado proceso.
PRI y PAN tienen el tiempo contado para procesar estos cambios, por lo que las decisiones con ese objetivo deberán tomarlas a la brevedad, y esto significa, a más tardar, en el próximo mes de agosto. En el caso del tricolor, su actual líder, César Camacho, protestará como diputado de la LXlll legislatura el primero de septiembre, y como todo apunta a que sea él quien asuma el liderazgo de su bancada en la Cámara, y esta responsabilidad es de tiempo completo, tendrá que dejar su cargo en el partido, antes de ese mes.
La definición de su sucesor, tiene sus complicaciones, y no precisamente porque no haya quién, sino por el contrario, porque el que pareciera indiscutible, y así lo perciben no pocos, algunos de quienes tiene opinión, le ven sus asegunes, y de ahí la incertidumbre sobre el futuro mediato del tricolor.
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El presidente del blanquiazul, Gustavo Madero, está en las mismas condiciones de su homólogo priista, sólo que en su caso hay mar de fondo. Como a Madero le gusta jugar de hombre equipo, y siguiendo una estrategia que, hasta la fecha le ha dado resultado en su proyecto político personal, tiene que armar una jugada que le permita dejar sucesor en el partido para que éste lo designe como líder de su grupo parlamentario en la Cámara y, desde esa posición, se le facilite el camino para la candidatura presidencial de su partido que, en la misma proporción que lo niega, la desea.
Lo que mucho nos recuerda a aquel personaje que insistía que lo dieran por muerto en relación a sus aspiraciones presidenciales, hace ya más de 10 años y que, desde entonces y hasta la fecha, no ceja en su obsesión por la silla presidencial.
El líder blanquiazul preparó bien el terreno precisamente para estos momentos políticos. Tiene el control sobre la Comisión Permanente del Consejo Nacional panista, por lo que, aún a pesar de los malos resultados obtenidos en la pasada elección, los peores números desde hace 18 años, por cierto (el más bajo porcentaje de votos, el menor número de diputados y la pérdida de 1,3 millones de votos respecto de la elección de 2009), Madero salió bien librado en la evaluación sobre este proceso, al reiterarle los comisionados su solidaridad y apoyo. Algo tendría que ver el hecho de que, de los 40 comisionados del Consejo, 38 son maderistas.
El dirigente panista propuso adelantar el proceso de renovación de la presidencia, para que en agosto el partido cuente con el nuevo líder que deberá operar su designación como coordinador de los diputados blanquiazules, para de ahí dar el gran salto a lo que es la motivación de su juego político. Sin embargo, para lograr esto último, Madero deberá librar algunos obstáculos. El primero, el descontento de muchos, por los malos resultados de la elección y por su manejo autoritario y excluyente del partido.
El otro, no menor, es el ex presidente Felipe Calderón, su esposa Margarita Zavala y quién o quiénes también se animen para la silla grande, como el gobernador poblano, Rafael Moreno Valle, por ejemplo. Y es que, de lo que se trata es de detener el tren maderista que, hasta el momento, ha recorrido, sin graves percances, el camino trazado en su estrategia hacia el 2018.
Madero debería verse en el espejo de sus colegas perredistas, los Chuchos, que en su afán por secuestrar al PRD para mantener un control absoluto, se están quedando solos, eso sí, con el partido, pero cada vez con menos militantes y pocas figuras destacadas. Con el puro cascarón, pues.
Junio 18 de 2015