Como resultado del proceso electoral del pasado 7 de junio, se renovaron 9 gubernaturas (Baja California Sur, Campeche, Colima, Guerrero, Michoacán, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora), y se eligieron a los titulares de las 16 delegaciones del Distrito Federal, entre otros puestos de elección popular programados en dicha jornada.
En términos generales, aquel proceso se desarrolló sin daños que lamentar, no obstante que en ciertos lugares el clima de inseguridad daba lugar a suponer riesgos para su celebración, lo que finalmente quedó para el anecdotario. Tampoco se cumplieron los pronósticos pesimistas que auguraban otro triunfo del abstencionismo, pues la ciudadanía acudió a las urnas en mayor número que en las dos elecciones intermedias anteriores (47.6%, contra 44% en 2009 y 41.5% en 2003), para sorpresa de muchos.
Lo anterior viene al caso porque en días pasados se llevaron a cabo los actos de toma de posesión de casi todos los gobernadores electos y de los Jefes Delegacionales de esta capital. Ceremonias protocolarias, al menos en el caso de los gobernadores, en las que llama la atención la coincidencia del tema y del tono utilizado por quienes llegaron a ocupar los cargos, sobre todo en donde se dio una alternancia.
Y es que el tema de la corrupción y otras lindezas aparecen como la principal denuncia en contra de los que se van, en ocasiones de manera abierta y directa, en otras, de manera más velada, pero siempre como una mayor preocupación. En los estados de Sonora y Nuevo León, no es ningún secreto que, en gran parte, la derrota del partido en el poder, el PAN y el PRI, respectivamente, se debió a una mala, inescrupulosa y muy cuestionada administración del gobernador en turno.
La triste actuación de algunos políticos contribuye al fastidio y rechazo que siente la población en contra de la política y sus actores, sobre todo cuando las denuncias se quedan en meras sentencias de palabra que no llegan a ningún fin, porque los compromisos políticos resultan siempre más fuertes y son garantía de impunidad.
Queda, sin embargo, la esperanza de que, para como están las cosas, la oratoria de los mensajes de toma de posesión aterrice, al menos en investigaciones serias. Nadie pide una cacería de brujas, pero en donde los números no cuadran y, al menos, las evidencias muestran sospechas de malos manejos, resultaría obligatorio abrir una auditoría con todas sus consecuencias.
Y es que mire usted, si no es para preocupar, con lo que se encontraron quienes asumieron los cargos, según sus propios dichos.
En Sonora, la gobernadora, Claudia Pavlovich, fue contundente, hay “un nivel de corrupción nunca antes visto en todos los niveles de gobierno”, dijo, y anunció una investigación en contra del gobernador saliente por un sobregiro de diez mil millones de pesos.
En Nuevo León, el nuevo gobernador, Jaime Rodríguez, El Bronco, tampoco fue suave con su antecesor. Encontramos la casa sucia, las columnas derruidas, “por la corrupción sin llenadera de quienes se creyeron reyes y no gobernantes…Donde veían dinero público, veían botín”, denunció.
Silvano Aureoles en Michoacán, también se referiría al tema. Una economía estancada, un caos fiscal, endeudamientos, desorden financiero e inseguridad jurídica, diría sobre lo que encontró al llegar.
En Guerrero, Héctor Astudillo habló de que la corrupción es un lastre que nos ha desprestigiado, dividido e impedido crecer. Por algo lo habrá dicho.
Y según la Encuesta de Calidad e Impacto Gubernamental, en Baja California Sur, otro estado con nuevo gobernador, la percepción de “alta ocurrencia de prácticas corruptas” para 2013 se elevó un 84.58 por ciento, respecto de 2011.
Y aquí, en la capital del país, no nos quedamos atrás. La noticia es que en ocho de las 16 Delegaciones, los nuevos titulares se encontraron con oficinas saqueadas y dañadas, arcas vacías, obras sin terminar y deudas sin pagar. Bueno, ¡hasta las computadoras y los teléfonos se llevaron!, denunciaron los nuevos Delegados.
Por lo pronto, habría que agradecerle a la alternancia y algo más, la posibilidad de exhibir a personajes impresentables, además de permitirnos conocer la mala actuación y los excesos de quienes ejercieron el poder sin limitación alguna, pues en los casos en los que la sustitución es entre miembros del mismo partido, predomina el encubrimiento y la complicidad.
Es de llamar la atención que en este paquete de fichitas, ningún partido político salió bien librado, pues, por lo pronto, azules, rojos y amarillos, todos dieron la mala nota, lo que nos lleva a preguntar ¿Qué es lo que está pasando?, ¿hacia dónde vamos?, ¿hasta cuándo?
Octubre 8 de 2015