Algo debe suceder con los partidos políticos mayoritarios de oposición en nuestro país que funcionan razonablemente bien, hasta que se presentan los tiempos de renovación de sus dirigencias. Entonces, los ánimos se alteran, se desconocen lealtades y las diferencias internas entre los grupos políticos explotan en una disputa, por el control del partido, que desconoce formas y lleva los enfrentamientos hasta el grado de poner en riesgo la unidad institucional.
Se anteponen intereses de grupo a los del partido, y el pragmatismo se impone a la ideología. La lucha es por posicionamientos, no por ideas y, en este plano, se demerita el debate y pierde la institución. Este fenómeno, que ha sido el ADN del Partido de la Revolución Democrática (PRD), se presenta, cada vez con mayor frecuencia, en el Partido Acción Nacional, a partir de su arribo a Los Pinos.
En nuestro comentario de la semana pasada, hablamos de la lucha sorda que se lleva a cabo en el PAN por la disputa de su dirigencia. En esta contienda son, fundamentalmente, dos los grupos que buscan controlar al partido, con una posible incorporación, de última hora, de su ex candidata presidencial, prácticamente ajena a estos dos grupos, y quien se propone, a sí misma, como factor de unidad. Para validar su aspiración, Josefina Vázquez Mota, alega los 12 millones de votos obtenidos en la elección presidencial, aunque ahora estemos hablando de otros tiempos y otra realidad.
En el PRD, también se cocina el relevo de mandos que tendrá lugar en marzo del año entrante. Y, para no variar, también en el Sol Azteca, la lucha por la dirigencia pone a temblar la estabilidad del partido, quizás no al grado de lo ocurrido en 2008, cuando el enfrentamiento entre distintas corrientes internas de este instituto político, dio lugar a un sinfín de irregularidades en la elección, que, entre dimes, diretes e impugnaciones de los entonces candidatos, Jesús Ortega, por parte de la corriente Nueva Izquierda (NI), y Alejandro Encinas, de la Izquierda Democrática Nacional (IDN), tuvo que ser anulada.
Una nueva convocatoria permitió reponer aquel proceso que culminaría con el triunfo de Jesús Ortega. A partir de entonces, Nueva Izquierda ha mantenido el control del partido, resistiendo toda clase de embates, internos y externos. Ahora, los llamados Chuchos buscan ligar su tercera presidencia consecutiva a través de la postulación de Carlos Navarrete, quien, hace unos días, renunció a la secretaría del Trabajo del gobierno del Distrito Federal para iniciar su campaña.
Pero resulta que el ex senador Navarrete no es el único con pretensiones de liderar al PRD. Otros aspirantes, también buscan encabezar a este partido, con distintas finalidades: Marcelo Ebrard, para reposicionarse políticamente entre las fuerzas de izquierda. Apoyado por una corriente de su autoría, denominada Movimiento Progresista, el ex Jefe de Gobierno busca la dirigencia del Sol Azteca como su plataforma de lanzamiento para el 2018.
Carlos Sotelo es otro de los precandidatos. Miembro de la Comisión Política Nacional del PRD, es apoyado por el Movimiento Nacional Patria Digna, una nueva corriente perredista surgida, en agosto pasado, precisamente para impulsar su candidatura. Sotelo se presenta, según su propia afirmación, como una alternativa frente al continuismo, representado por Carlos Navarrete, y el bejaranismo, que identifica con la candidatura de Marcelo Ebrard.
Hay un posible cuarto aspirante, el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, quien, en apariencia, las tendría todas consigo para ganar la elección. En este caso, su triunfo contribuiría a dar cierta unidad y fortalecimiento al partido, pues evitaría la confrontación que se ve venir entre los Chuchos y la Izquierda Democrática Nacional (IDN), que está dispuesta a hacer lo necesario para evitar que NI prolongue su estancia en el poder perredista.
El ingeniero ha dicho que sólo participaría como candidato de unidad, para lo que tendrían que reformarse los estatutos del partido que actualmente prohíben la reelección de dirigentes, y él ya fue su presidente, en 1989. Por la ascendencia que tiene Cuauhtémoc Cárdenas en el PRD, seguramente esperará a que se le proponga su postulación, como candidato único. No vemos a este personaje promoviéndose a sí mismo.
El primer escollo es la reforma que autorice la reelección del presidente nacional del partido. En este tema, la corriente NI se declaró abiertamente a favor, como primer gesto en apoyo a la candidatura del Ing. Cárdenas. Sin embargo, hay otras señales que no permiten ver con claridad este apoyo, como es el activismo y el discurso de su candidato oficial, Carlos Navarrete, que no parece muy dispuesto a ceder su candidatura.
Por lo pronto, quien se alineó a la propuesta del ingeniero Cárdenas, fue Marcelo Ebrard, y es que sus posibilidades de triunfo en esta elección son escasas, en particular, si la elección se mantiene en base al voto de los miembros del Consejo Nacional. El ex Jefe de Gobierno ha planteado que se abra la elección a una consulta nacional, que es en donde podría dar más la pelea.
Como están las cosas, la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas se presenta como la mejor opción para el complejo y siempre agitado proceso de relevo de la dirigencia perredista. Es probable que la mayoría de las tribus esté de acuerdo con su candidatura, pues diferiría la tradicional disputa interna por el control del partido, que tanto, pone en jaque la unidad del perredismo, como desgasta su imagen ante la población.
En caso de que el Ing. Cárdenas no participe, le apostamos a la candidatura de Carlos Navarrete, con los riesgos advertidos de la tradicional lucha fratricida, agravada, ahora, con posibles fracturas irremediables.
Noviembre 7 de 2013