Las redes sociales representan un verdadero desafío a la privacidad, la secrecía y la discreción de contenidos, y de todo aquello que, hasta antes de los facebook, twitter y demás formas de comunicación mundial indiscriminada, era posible mantener a buen resguardo y controlada su difusión a voluntad de las partes interesadas. Ahora la confidencialidad se perdió, pues sólo se requiere de un indiscreto para que, literalmente, todo el mundo se entere de lo que muchos no quisieran dar a conocer.
Un buen ejemplo de lo anterior, es el escándalo surgido por las actividades de espionaje del Tio Sam, difundidas por el ex contratista de la CIA, Edward Snowden, quien, se dice que, indignado y cansado de participar como operador en esta actividad, decidió exhibir ante el mundo lo que Washington denomina actividad de inteligencia, pero que, para efectos prácticos resulta ser, simple y llanamente, espionaje.
Habría que considerar, si lo que detonó este escándalo, no fue tanto el hecho en sí del espionaje, labor que nadie dudaría lleva a cabo el gobierno norteamericano desde su constitución, y mantenido, al paso del tiempo, bajo la justificación de razones de seguridad nacional, sino que se supiera, con el agravante de que su práctica, no es sólo en naciones con las que sus relaciones son controversiales, sino que, en su larga lista de espiados, incluyera países considerados como amigos y aliados.
Todo lo anterior viene a cuenta, por el asunto del avión con matrícula de nuestro país, que la fuerza aérea de Venezuela destruyó la semana pasada, según la propia declaración del presidente de esa nación, Nicolás Maduro. Y es que el tema surgió a la agenda nacional cuando el Jefe del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada venezolana, Vladimir Padrino López, publicó en su cuenta de twitter: “Día 4 nov, 22:36 hrs. Cmdo. Defensa Aeroespacial detectó e interceptó aeronave Hawker 25 matrícula XB MGM,“ acompañándolo con la foto de un avión destruido, todavía humeante. En un segundo mensaje, el militar señalaba que “este incursor aéreo fue inmovilizado por medios aéreos de nuestra Aviación Militar Bolivariana AMB”, agregando una felicitación a sus fuerzas armadas por este hecho.
Como los datos publicados correspondían a una matrícula mexicana, de inmediato nuestras autoridades solicitaron, por la vía diplomática, mayor información sobre este incidente, y ahí es cuando las cosas se le empezaron a complicar al gobierno venezolano. Para empezar, el presidente de ese país reaccionó con una ligereza extrema ante la petición de nuestro gobierno, con un ambiguo comentario, ante los medios locales, sobre que habían derribado ya 30 aviones, refiriéndose al de matrícula mexicana como, “el tercero que se derriba de esa forma vinculado con el narcotráfico.”
Ante la insistencia de nuestras autoridades porque se esclarecieran los hechos, el gobierno venezolano modificaría su versión original, señalando que la aeronave no había sido derribada, que había sido obligada a aterrizar y que, ya en tierra, había sido destruida. Que la nave venía llena de droga y que sus tripulantes habían huido. Para colmo, el presidente Maduro afirmaba estar sorprendido por la solicitud de explicaciones que hacía México sobre el derribo de “un avión que estaba full de cocaína.”
Con independencia de que la aeronave hubiera transportado droga o no, los protocolos internacionales señalan determinados procedimientos para estos casos, que en ningún momento incluyen la destrucción del avión. Único elemento del que se podrían obtener evidencias de lo transportado, y quizás, hasta la posible identificación de los pasajeros. De la droga que se dice transportaba esta aeronave, no se menciona nada. De tal suerte que, así como se perdió la pista de los pasajeros, también se desconoce el destino que tuvo la droga. Todo lo cual despierta sospechas sobre lo realmente sucedido. Por lo pronto, parecería que la intención fue cerrar el caso sin mayor averiguaciones: destruido el avión y desaparecidos los tripulantes y la droga, no hay nada que hacer.
La administración del Presidente Enrique Peña Nieto ha puesto especial énfasis en curar las heridas diplomáticas generadas en la década pasada y devolver a México la posición y el prestigio de su política exterior que por muchos años lo caracterizó. Uno de esos desencuentros ocurridos con gobiernos extranjeros, fue precisamente con el de Venezuela, cuyo presidente poseía un particular estilo de gobernar, que no hacía fácil la relación, misma que se hizo tensa al grado de que, en 2005, ambos países ordenaron el retiro de sus respectivos embajadores.
Apenas a principios de este mes, México refrendó su apoyo a la candidatura de Venezuela como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, además de buscar el diálogo diplomático con ese país, con la clara intención de mejorar las relaciones binacionales. Esto, al parecer no será tan sencillo. Y es que el actual presidente venezolano supera en mucho el folclorismo de su antecesor. Gobierna a base de ocurrencias y deposita su popularidad en la explotación del recuerdo del ex presidente Chávez, con el que dice mantener una comunicación permanente desde el más allá.
Su actitud ante la solicitud de información de México sobre el incidente aéreo, es una muestra de su indiferencia ante las formas y el poco interés que tiene en atender la petición y aclarar los hechos. Si caemos en el sospechosismo, habría que pensar en que detrás de este caso hay algo que se pretende ocultar. Ya por ahí corre una versión que habla de que la desaparición del narcotraficante Rafael Caro Quintero y la fuga de los pasajeros de esa misteriosa aeronave, podrían estar relacionados.
Y pensar que este incidente aéreo, con posibles repercusiones diplomáticas, se generó a partir de un tuit.
Noviembre 14 de 2013.