El debate sobre las reformas propuestas por el Presidente Enrique Peña Nieto, ha servido de oxígeno para que algunas figuras de la izquierda mexicana, que habían perdido presencia en el escenario político nacional, busquen los reflectores mediáticos. Según se consigna en un documento que suscriben Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el obispo de Saltillo, Raúl Vera, y el ex rector de la UNAM, Pablo González Casanova, entre otros, las reformas energética, hacendaria y educativa son la razón para convocar a las organizaciones, sociales, políticas y culturales “a participar activa y pacíficamente… para evitar el despojo de la Nación y de nuestro pueblo que promueven el gobierno y las corporaciones petroleras transnacionales.”
En el caso del ingeniero Cárdenas, prudente y moderado, al menos hasta hace sólo unos meses, el planteamiento de una reforma de ley en materia de hidrocarburos, le dio la oportunidad de regresar a la vida política activa, pues después de sus tres intentos fallidos para ocupar la silla presidencial (1988, 1994 y 2000), parecía decidido a retirarse de la actividad política. Y es que entre esto, una degradante lucha interna por el poder del partido político que fundara en mayo de 1989, el de la Revolución Democrática, protagonizada por diversas tribus y su sigiloso desplazamiento del liderazgo de ese partido que, inevitablemente, iba ocurriendo, las cosas no estaban fáciles para el ingeniero.
Ante semejante panorama, la decisión estaba entre conservar nombre, figura y respeto, pero en el retiro o bien, tratar de mantenerse en activo, con el desgaste a cuestas de las derrotas sufridas en su aventura presidencial y el riesgo de convertirse en factor de división de su propio partido. Así que, optando por un digno retiro, Cuauhtémoc Cárdenas se decidió, entonces, por la sana distancia: alejado, pero vigente, con la autoridad que da el peso de la discreción.
Pero los reflectores que da la política, son algo difícil de olvidar, y contra todo pronóstico, el ingeniero Cárdenas ahora está más lejos del retiro que nunca. La posibilidad de regresar a presidir su partido es muy factible. Se habla de reformar los estatutos del PRD para que esto pueda suceder, pues la reelección no está contemplada en sus documentos. Y parecería que con este giro, se podrían resolver varios de los problemas que enfrenta el partido del Sol Azteca, sobre todo el que más lo lastima que es el de las fracturas internas por la disputa por el poder.
El coyuntural retorno del ingeniero Cárdenas, sin embargo, producirá daños colaterales, en particular para los planes futuristas de quien ha sido su sucesor en todo: en la presidencia del PRD, en la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal y como candidato presidencial de ese partido (2006 y 2012), Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien muy en su estilo, le ha apostado al desgajamiento del PRD y de los demás partidos de la izquierda, el del Trabajo y el Movimiento Ciudadano, para fortalecer a la organización política de su creación: el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
López Obrador ha sido el otro personaje que la coyuntura de las reformas de ley le ha permitido retomar una posición en el escenario político nacional. Y es que para AMLO, cualquier propuesta que provenga del gobierno de Enrique Peña Nieto, es un buen pretexto para buscar la atención mediática a través de la crítica, la descalificación o la denuncia, porque la base de su sustento político es oponerse a todo, sin el menor análisis. De acuerdo a su muy personal lógica, para el ex Jefe de Gobierno del Distrito Federal, el papel de la oposición es la contradicción. De acuerdo a su racionalidad, la coincidencia con un planteamiento del gobierno, con un plan o un programa institucional es inconcebible porque significa una traición, es pasarse del lado de la “mafia del poder.”
“…cuando a todos los cooptan, los compran, para decirlo con más claridad, ya no se tiene ninguna esperanza, ya no hay posibilidad de vivir en un sistema verdaderamente democrático,” es parte de la línea discursiva que López Obrador acostumbra expresar en sus mítines.
A partir de esta filosofía, se entiende que no existe forma de entablar diálogo o debate sobre ningún tema con el líder de Morena, pues si de entrada se descalifica al interlocutor, cualquier argumento sale sobrando. Esto explica, también, la resistencia de López Obrador a participar en debates, mesas redondas o cualquier foro de análisis, pues su estado de confort son los mítines, las marchas y los plantones, en donde, no tiene la engorrosa necesidad de sustentar sus dichos con argumentos, pues basta la consulta a mano alzada para que sus propuestas adquieran rango de mandato popular, decisiones democráticas del pueblo y, por lo tanto, verdades incuestionables.
Lo más reciente ahora es la coincidencia, al menos en el papel, entre Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador para ir en contra de las reformas educativa, hacendaria y energética. Oportunismo político, sin duda, de estos dos personajes, que están pensando más en su futuro que en los intereses de la Nación. Sin embargo, aunque en su retórica dicen estar de acuerdo, la coincidencia no da como para que aparezcan juntos en un mismo escenario. Así, por su propio dicho, cada quien dejó bien claro que no participará en las movilizaciones del otro, juntos pero no tanto.
Llama la atención, que el ingeniero Cárdenas haya incluido, en su menú de oposición a las reformas, la educativa. Además de no aportar mayores elementos para enriquecer el debate y a sabiendas de que se trata de hechos consumados, su inclusión tiene visos de un oportunismo irresponsable, que únicamente añade más tensión al tema.
El Senado ha iniciado un foro de debate sobre energía. El tema de una reforma en esta materia ha ocupado la agenda nacional desde hace un muy largo rato. Imposible decir que no se ha analizado y debatido el tema por parte de técnicos, políticos, académicos, intelectuales, líderes de opinión, etc.
A la fecha, los expertos, después de miles de horas de discusión, de un sinnúmero de estudios y toneladas de documentos elaborados sobre el tema, no parecen ponerse de acuerdo. ¿Usted cree que un asunto tan complejo y técnico como la reforma energética, debería de someterse a la opinión del pueblo, para decidir qué hacer, como sugieren los líderes de nuestra izquierda?
Yo francamente no. Más parece una propuesta demagógica que un planteamiento responsable y serio.
Septiembre 25 de 2013