Preocupante, por decir lo menos, lo que está pasando con la autoridad electoral. Entre diferendos internos, resoluciones cuestionables, circulares polémicas, una estructura incompleta, varios frentes abiertos y una ley que no ayuda, la autoridad a la que le corresponde regular y supervisar la elección federal de 2012, se encuentra ya en el ojo del huracán, o casi.
Lo delicado del tema es que esto suceda cuando, conforme a los tiempos de ley, el proceso todavía no comience, aunque de facto haya arrancado desde hace un buen rato, y si no que se lo pregunten a los aspirantes presidenciales Andrés Manuel López Obrador o Santiago Creel, que tienen ya varios meses recorriendo el país en franca campaña proselitista.
El Instituto Federal Electoral continúa incompleto. Si bien, habría que reconocer que el retraso en la designación de los tres consejeros que faltan, no es un problema atribuible al instituto, pareciera que a su presidente-consejero algo le faltó para hacer sentir, en su momento, el peso, la importancia y respeto de la institución, a manera de presión, para que los diputados cumplieran con su deber de formular los nombramientos. Imposible tarea, quizás, pero tal vez algo hubiera ayudado.
Se entiende que el tema está entrampado ante la falta de un acuerdo entre las bancadas del PRI, del PAN y del PRD, por intereses particulares que cada quien pelea, pero el consejero-presidente debió asumir una actitud más activa, cabildeando y buscando la conciliación de intereses entre los líderes de los partidos; eso sí, cuando todavía no vencía el plazo legal para realizar los nombramientos. Pues como se vio, una vez vencido éste, a los diputados ya no les corrió prisa ni les importó cumplir con su obligación, y así dejaron pasar el tiempo, llevando el asunto de las designaciones a extremos de riesgo.
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