Septiembre, el llamado mes de la patria, en esta ocasión nos tiene algo más que nuestras tradicionales festividades de rebasado bicentenario. Es el mes elegido para ajustes y movimientos políticos de los equipos, con sentido futurista.
Así tenemos que en el gobierno de la capital, la imprudencia, prepotencia o arrogancia, o, quizás, todo junto, de un colaborador comprometido con un proyecto político distinto al del titular de esa entidad, hizo posible lo que en otro momento ya se había intentado sin éxito: su salida del gobierno de la ciudad.
Y es que al Secretario de Desarrollo Social de la capital, Martí Batres, se le hizo fácil criticar y cuestionar públicamente la actuación de su jefe jerárquico durante el acto en el que el Presidente Felipe Calderón daba su mensaje con motivo del quinto informe de gobierno.
Confiado en que el manto protector de Andrés Manuel López Obrador, le permitiría hacer y decir de más, Batres se equivocó, olvidando que su nombramiento respondía más a una negociación en las alturas, que a sus méritos y aptitudes para desempeñar el cargo. Y es que, esa estratégica cartera, de considerables recursos y numerosos programas que enlazan al gobierno de la ciudad con múltiples grupos sociales, necesitaba recuperarla el Jefe de Gobierno para su proyecto político.
Si el cambio no se había dado antes, era sólo porque los tiempos y la prudencia no lo habían recomendado. La prioridad para Marcelo Ebrard era mantener, por el mayor tiempo posible, un equipo cohesionado sin divisiones y así poder avanzar, sin interferencias internas, en la compleja tarea de gobernar y dar resultados. Además, resultaba fundamental ir consolidando su posicionamiento, en el ánimo perredista y en el de la ciudadanía en general, como aspirante a la precandidatura presidencia. Esto sólo era posible manteniendo la armonía con las múltiples corrientes del PRD que, como bien se sabe, responden a diferentes intereses, y a otras causas, que no son necesariamente las del titular del gobierno capitalino.
Porque en esta carrera presidencial, ni dudar de que el candidato natural de la izquierda es Andrés Manuel López Obrador. Así lo muestran las encuestas. Al Jefe de Gobierno le toca, entonces, ganarse la posición, tarea que ha llevado a cabo puntualmente. Y como el tiempo se agota, es momento ya de cerrar filas.
Salvado el escollo de la destitución de Batres sin que al parecer hubiera habido efectos colaterales, Ebrard debe cuidar que la sucesión de la Jefatura de Gobierno del D. F. no se le salga de las manos y permanezca bajo el dominio del Sol Azteca. Sin embargo, las cosas se complican por el número de suspirantes a ese cargo, a tal grado que es más fácil señalar a quien no aspira, que enumerar a los que pretenden ser. Y es que la caballada, si bien, numerosa, resulta bastante flaca.
En el Gobierno Federal, también se dieron cambios con miras al futuro. Renuncias de aspirantes, a la grande uno, y a una gubernatura otro. Los Secretarios de Hacienda y de Salud cumplieron hasta el último momento, pero su permanencia en los cargos no abonaba en beneficio de sus proyectos políticos. Había que tomar la decisión y dedicarse de tiempo completo a trabajar sus candidaturas.
Particularmente en el caso de Ernesto Cordero, su aspiración presidencial ensombrecía sus responsabilidades como titular de Hacienda. Las críticas y los cuestionamientos a su doble papel, aumentaban y tendían a desgastar cada vez más su posición, tanto como funcionario, como de aspirante, a medida que prolongaba su permanencia en el cargo. Además, poco le servía ya el escaparate de Hacienda para promover su imagen, por lo que, a la luz de los tiempos y de las encuestas, se hacía indispensable concentrar toda su atención en la construcción de su candidatura, sin ninguna clase de distracciones.
El caso del Secretario de Salud, el Dr. José Ángel Córdova, es diferente, pues en realidad no existían presiones para que abandonara su cargo, por lo que el cambio debe atribuírselo a otras razones de estrategia. El Dr. Córdova ha sabido ir armando su candidatura a la gubernatura de Guanajuato con trabajo y prestigio, y aunque existen algunos escollos locales en la carrera por la candidatura blanquiazul, al parecer los superará sin dificultad, y habrá de competir en ese proceso electoral como el gran favorito.
La renuncia de Ernesto Cordero, fue oportunidad para que el Presidente Calderón promoviera a algunos de sus colaboradores. Movimientos para dejar listo el equipo con el que habrá de cubrir la etapa final de su mandato. No parece que vaya a haber otros cambios, salvo en el momento en que la candidatura presidencial del PAN se defina y, entonces sí, haya necesidad de echar toda la carne al asador.