No es de extrañar que actualmente la capital del país esté convertida en un verdadero hervidero político. Como fue el caso del estado de México, durante su proceso electoral para gobernador, existe un interés que va más allá del objetivo principal de ganar una elección. Y es que estas dos entidades cuentan con los padrones electorales más numerosos de todo el país. En efecto, según el censo de 2010, el Estado de México tiene una población de poco más de 15 millones de habitantes (15’175,000), mientras que el Distrito Federal cuenta con casi 9 millones (8’850,000).
De acuerdo con la cifras que nos da el INEGI, la población nacional actual asciende a poco más de 112 millones de habitantes (112’336,538), de tal suerte que en estas dos entidades se concentra el 21 por ciento del total de nuestra población, lo que resalta el enorme peso político-electoral que representan y su importancia estratégica. Pero, desde luego, otras consideraciones dan al Distrito Federal especial relevancia como ser la capital de la República, la sede de los poderes de la Federación, además de ser el corazón político, económico y financiero del país.
A raíz de su triunfo electoral, en 1997, el Distrito Federal pasó a ser el principal bastión del PRD. Su entonces candidato, Cuauhtemoc Cárdenas, fundador del partido del Sol Azteca, se convertiría en su primer Jefe de Gobierno, en la nueva etapa de autoridad elegida por el voto popular. Tres años más tarde, en 2000, Andrés Manuel López Obrador prolongaría la permanencia perredista en el gobierno capitalino al triunfar en la elección para la jefatura de gobierno. Y en 2006, Marcelo Ebrard resultaría un candidato exitoso, de manera que el de la Revolución Democrática refrendaría su fuerza político-electoral, y una vez más la ciudad capital quedaba bajo los colores de ese partido.
Desde su primer gran triunfo en el D.F., el PRD apareció como una fuerza invencible electoralmente. Sin embargo, los continuos enfrentamientos y los muchos dimes y diretes que se dan entre sus diversas corrientes, han ocasionado fracturas a su interior, debilitando la posición del partido en general y, en particular, en esta entidad. Lo anterior, sumado al desgaste que implica gobernar esta ciudad a lo largo de 14 años, han puesto en riesgo la permanencia del Sol Azteca en el palacio del ayuntamiento de la capital.
Si a algún partido le sobran aspirantes al gobierno de esta ciudad, ese es al PRD. Entre quienes abiertamente han expresado su deseo de ser postulados como sus candidatos contamos, al menos, ocho auto destapados. Éstos, según algunas encuestas, estarían encabezados por el senador Carlos Navarrete y el procurador Miguel Ángel Mancera, seguidos, en preferencias, por la diputada local, Alejandra Barrales, el ex Secretario de Seguridad, Joel Ortega, y el Secretario de Educación, Mario Delgado. Otros, que también pretenden ser considerados, son los secretarios locales de Desarrollo Social, del Trabajo y de Turismo.
La situación se complica para el perredismo en función de que varios de estos aspirantes cuentan con apoyos considerables que los hacen competitivos entre ellos mismos. Eso significa que la negociación para definir a los precandidatos no será sencilla, los grupos de interés no son fáciles de convencer, y una fractura interna es una amenaza que no se puede descartar. Una más, sólo que en el momento menos oportuno, pues no habría tiempo ya para restaurar heridas, lo que otros partidos, léase el PRI, aprovecharían para reposicionarse.
Al fin de cuentas, el tricolor parece haber despertado entre las preferencias de los capitalinos, según algunas encuestas, y de estar totalmente desaparecido electoralmente en esta ciudad, ahora se coloca en una posición competitiva, como hace muchos años no lo había estado.
En el complejo entramado político perredista que se da en la ciudad capital, está el interés de los dos aspirantes presidenciales de este partido, Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador, porque uno de sus leales sea el candidato al gobierno capitalino. El problema es, que las corrientes que siguen a uno y a otro, están, por decirlo de alguna manera, ligeramente distanciadas, y no se ve al personaje que pueda conciliar los intereses de la izquierda en la carrera por el gobierno capitalino.
Frente esta situación, y ante el riesgo de perder la plaza, en ese partido han comenzado a buscar una figura que sume opiniones, aunque no sea un activo militante perredista. Y aquí es en donde el nombre del Dr. Ramón de la Fuente se ha empezado a escuchar, lo que, sin duda, dejaría fuera de toda posibilidad a los numerosos aspirantes que, como se ha dicho, más que sumar, dividen.
Un candidato de las características del Dr. de la Fuente, estaría asegurando el triunfo del PRD, siempre y cuando en la cúpula de la izquierda llegaran a un acuerdo sobre su candidatura y, más importante, quizás, que en la postulación de su candidato presidencial también se lograra un consenso, lo que parecería todavía más complicado.
El Partido de la Revolución Democrática debe considerar seriamente sus posibilidades electorales a nivel presidencial, y apostar a no perder la plaza del Distrito Federal. Un análisis frío debe llevarlos a definir las candidaturas a estas dos posiciones, en el que la unidad de la izquierda sea el objetivo, de otra forma lo pueden perder todo.