Miguel Tirado Rasso

Crónica de una victoria anunciada

In Elección Federal 2012 on 6 julio, 2011 at 6:03 pm

Concluidos los comicios en Coahuila, Nayarit, el Estado de México e Hidalgo, sólo resta el proceso para elegir gobernador en el estado de Michoacán, lo que tendrá lugar en el mes de noviembre próximo, para que el escenario político esté listo, sin mayores distracciones, para la gran final electoral del sexenio que corresponde a la sucesión presidencial.

Para entonces, los principales partidos PRI, PAN y PRD, estarán muy próximos a la definición de las cartas definitivas con las que habrán de jugar en la gran contienda, pues aunque muchos sean los convocados pocos habrán de ser los elegidos. De hecho, ya para estas alturas, al menos en el caso de los partidos de la Revolución Democrática y Revolucionario Institucional, los hombres que aparecen como finalistas están a la vista de todos.

Y por tratarse precisamente del estado que gobierna el personaje mejor posicionado para la contienda presidencial, según las encuestas publicadas, Enrique Peña Nieto, la elección para gobernador en el estado de México mereció una especial atención, sobre los otros procesos celebrados el pasado domingo. Se llegó a decir, inclusive,  que la elección mexiquense constituía el laboratorio de la elección presidencial, afirmación sin fundamento, pues los resultados de las últimas dos elecciones en esa entidad, siempre favorables al PRI, habrían estado muy lejos de abonar nada en favor de su partido, ante los indiscutibles triunfos presidenciales de Acción Nacional.

Los comicios en ese estado, sin embargo, ciertamente reúnen características que les dan un toque particular. Además de que por su ubicación geográfica, en la vecindad con la capital del país, mucho de lo que sucede en la entidad tiene proyección nacional, el Estado de México posee el mayor padrón electoral con 2.6 millones de electores, lo que representa el 12.95 por ciento de la lista nominal nacional. La lista de sus votantes es mayor que la población de los estados de Aguascalientes, Baja California Sur, Campeche, Colima Durango, Nayarit, Querétaro, Quintana Roo, Tlaxcala y Zacatecas.

Así pues, y en el futurismo efervescente de la época, partidos y actores políticos se volcaron para participar, de una u otra manera, en el proceso electoral mexiquense. La elevada aceptación local del gobernante constituía una seria amenaza para los partidos de oposición. Se hacía necesario, entonces, diseñar una estrategia que ayudara a equilibrar fuerzas. Las alianzas del PAN con el PRD habían dado resultado en las elecciones de Oaxaca, Puebla y Sinaloa, así que ¿por qué no habrían de funcionar una vez más? Por lo mismo, se convocó a una encuesta ciudadana para darle un baño democrático a la propuesta. El resultado es de todos conocido. Los intereses del proyecto personal de Andrés Manuel López Obrador se impusieron y la alianza, con todo y consulta, se fue al cajón de los desechos.

Sin un plan “B”, PAN y PRD lanzaron a sus candidatos a una campaña en la que desde un principio se veían perdedores. Las mediciones realizadas por diferentes medios, a lo largo del proceso, mostraron lo que al final se confirmó, sólo que las diferencias fueron superiores: Eruviel Avila triunfó con un 62.5 por ciento del total de votos emitidos, contra 21.1 por ciento obtenido por Alejandro Encinas del PRD y 12.4 por ciento para el panista Luis Felipe Bravo Mena.

Ante semejantes resultados, poco quedaría por alegar; pero como sabemos, el derecho al pataleo es parte del juego político nacional, así que el candidato perdidoso del Sol Azteca, sin admitir su derrota, manifestó su inconformidad con los resultados, calificó los comicios como una elección de estado, y amenazó con llevar a cabo movilizaciones a lo largo y ancho de la entidad para “denunciar las irregularidades cometidas”. Estrategia ésta que suena más a un buen pretexto para continuar la campaña de promoción en favor del ex Jefe del Gobierno del D.F. con vistas al 2012.

 

Algunas conclusiones que podríamos apuntar como resultado de la elección del Estado de México, serían que un buen gobernador saliente con popularidad y un candidato con arraigo y presencia local, son la mejor fórmula de garantía para un triunfo electoral; contra esta fórmula ni las alianzas pueden. Un proceso de selección de candidato bien conducido, augura buenos resultados. La unidad del partido es fundamental para garantizar el éxito del proyecto. Una posición conciliatoria y propositiva como estrategia de discurso es bien recibida. Las campañas de descalificativos no son el arma más efectiva. Los debates no son definitorios en el posicionamiento de los candidatos, al menos no, en los formatos que se han manejado hasta la fecha.

Al PAN le urge revisar sus estrategias electorales, el desplome de 12 puntos con relación a los resultados obtenidos en la elección de 2005, los debe alertar. La base popular que dijo haber formado López Obrador a través de sus múltiples giras por todo el país, al menos en el caso del estado de México, resultó un fiasco. El discurso perredista sobre una próxima elección presidencial entre sólo dos partidos, haciendo a un lado al PAN, como consecuencia de los resultados de la elección mexiquense, son simples cuentas alegres de este partido que se le olvida como le fue en los comicios en Coahuila, en donde perderá su registro por la baja votación obtenida, y en Nayarit, en donde quedó en un muy modesto tercer lugar.

Por último, atribuir a “la mafia del poder” y al manipuleo de los medios los triunfos electorales del PRI, es la salida fácil para evitar reconocer los errores cometidos y argumento para no rendir cuentas a nadie.

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