Continúan PRI, PAN y PRD sus preparativos para la elección presidencial de 2012. Cada uno, según su circunstancia, busca proyectar, entre simpatizantes, indecisos y otros, la más optimista percepción de fortaleza, confianza y unidad interna. Son tiempos de ajustes a sus estructuras para la consolidación de equipos. Al final de cuentas, se trata de buscar acuerdos y privilegiar la conciliación. De sumar, pues, y evitar las restas.
En esa lógica, la semana pasada el PRI reunió a su Consejo Político Nacional para preparar la renovación de ese órgano directivo. Cónclave de tricolores con ánimos renovados e inocultable optimismo, en el que convivieron los de la vieja guardia, con sus reencuentros, y una nueva generación que poco a poco va ocupando espacios. Nada de triunfalismos ni declaraciones estridentes. Con formas cuidadas y con respeto, sin consignas ni “cargadas”, y una convocatoria a la unidad y al entendimiento, el PRI calienta motores.
El siguiente paso es delicado, requiere de tacto, talento y tejer fino, porque en la selección de los nuevos consejeros hay muchas voces que escuchar, fuerzas políticas que atender e intereses que conciliar. El cupo es limitado, no caben todos, y hay que lograr los equilibrios y la representatividad que permitan una operación sin tropiezos. Hay que tomar en cuenta que, entre las funciones del nuevo Consejo está la de definir el método para la elección del candidato presidencial, y los recuerdos de las fracturas y los fracasos, todavía pesan en la memoria tricolor.
Se ve que el Revolucionario Institucional procura ser muy cuidadoso en el manejo de los tiempos y de las formas. La ventaja en las preferencias que le señalan las encuestas, lo compromete más. Y es que la legislación electoral, que decreta el inmovilismo entre los actores del proceso, paradójicamente en los tiempos de mayor ebullición política-electoral, se ha convertido en un verdadero campo minado, en el que todo o casi, podría considerarse violatorio de la ley, con sanciones severísimas que pueden llegar hasta la negativa de registro del aspirante. Ante esta realidad, conviene conducirse con extremada precaución.
Porque, si bien, el COFIPE establece con claridad los tiempos y plazos para las diferentes etapas de los procesos electorales, existen lagunas que dan lugar a que la autoridad aplique su criterio, al amparo de una pretendida interpretación del espíritu de la ley, esto es, de lo que el legislador quiso decir, que no siempre resulta ser muy afortunada, y ahí es donde comienzan las dificultades. Porque, a manera de ejemplo, alguien podría explicar ¿cuál es la diferencia entre los actos de precampaña expresamente prohibidos por la ley, y la actividad que están desarrollando actualmente, para su indispensable auto promoción, todos los que pretenden ser, aunque lo hagan, eso sí, fuera del horario de trabajo?
El riesgo de que alguien los denuncie ante la autoridad por incurrir en actos de precampaña, siempre estará presente. Y para el órgano regulador no será nada fácil hacer la distinción entre los actos de precampaña de los que no lo son. ¿Cómo sancionar unos y justificar otros? Pero en fin, así se aprobaron las reformas.
Decíamos que en su reunión, el Revolucionario Institucional señaló sus tiempos: en unos días más, la convocatoria para renovar el Consejo Político; en agosto y septiembre, elección de consejeros. El 23 de septiembre, entra en funciones el Consejo Político renovado. Julio y octubre, a consulta nacional el “Programa para México”. Noviembre, para la definición del método de selección del candidato mayor, diciembre para precampañas, y en febrero, el candidato.
De los precandidatos, ni una palabra. A buen entendedor…
Y para no caer en tentaciones, la reunión del Consejo Político se blindó con ausencias notorias de notables. Nada que alterara el programa, bien cuidado y mejor conducido, sin manifestaciones ni expresiones fuera de lugar, en un ambiente festivo, de unidad, con aquella disciplina partidaria que por años caracterizó a un tricolor arrollador.